LO QUE HEMOS PERDIDO Y LO QUE NOS QUEDA
En el fanzine de la SUD (que va cami del numero 300) sempre et pots trobar bons articuls. Vos fique açi una mostra que reflexa el absurde en el que se está convertint el futbol i en especial el mon de les grades. "Maleit Futbol Modern"
LO QUE HEMOS PERDIDO Y LO QUE NOS QUEDA
Aquí me veo, una noche más, intentando llenar unas líneas para el boletín. Ver luego como queda un número más y que hay gente que lo lee con interés compensa suficientemente estos momentos de cansancio al final del día.
Y es que nos sigue gustando este modo de vida, a pesar de que cada día nos lo ponen más complicado. Viene esto a cuento de que esta semana hemos recibido un nuevo golpe por parte del club (y ya van....), que no nos van a dejar tifar de manera independiente. más allá de nuestras banderas y pancartas habituales.
Desgraciadamente, es una medida a la que ya veníamos acostumbrándonos. Es parte de la estrategia de este club de tener el control de todos los resortes de su masa social. Un club que ha infantilizado a su afición hasta extremos grotescos. La trata, de hecho, con tal clientelismo que piensa que el personal, despúes de aguantar dos temporadas de mediocridad y horarios infames, va a bailar al son de sus reglas de la oferta y la demanda. ¿Queréis clientes? Pues ahora os toca cambiar dos veces la oferta. Burros, que sois unos burros. Tanto ejecutivo con titulitis y tanta vaina y aún no saben en que tipo de sociedad se mueven.
A pesar de las humillaciones que sistemáticamente nos inflige Meriton, tratamos de seguir llevando nuestro día a día valencianista con la mayor dignidad. Y, como un aficionado comprometido, esto cada vez se hace más difícil. Se acabó la libertad de expresión en los estadios. Cualquier pancarta tendrá que pasar por el filtro del club. Y el club, a su vez, practicará la autocensura que ha interiorizado por designio de los mafiosos de la liga. Lo peor es que creen que haciendo la pelota a esos gerifaltes que no nos respetan lo más mínimo llegaremos arriba. ¿Gloval Respect? Mirad al Sevilla y comparad... Nos han tomado por tontos y con razón.
Gente que abomina todo lo que hay detrás del mundo del tifo se llena la boca con esa palabra y la pone al servicio de intereses mercantilistas. Lo que conlleva, de paso, castrar a los que siempre han hecho los tifos. Todo de lo más siniestro.
¿Y que decir de los desplazamientos? Se han convertido en experiencias dignas del proceso de trazabilidad de la carne de cerdo. Básicamente, valen la pena los momentos que pasas con tus colegas antes del pitido inicial, ya que ser cacheado como un delincuente y debatir con la seguridad sobre los centímetros que mide una inocente pancarta con 6 letras (con la que está cayendo en el mundo...) son ratos que te hacen plantearte muchas cosas. Y después te toca estar en una especie de odiosa pecera, a la que unos vigilan y otros observan como si estuviera llena de bichos del Oceanográfic. Antes te ibas en un autobús que montabas con tu grupo a otra ciudad y estabas a tu aire, con todo lo que esto conlleva, sin ver a la policía más que lo justo.
Pero es que a finales de los noventa, los grupos eran como pandillas a las que no estaba muy de moda unirse. Esto ya no lo vivirán quienes se han socializado en los parques temáticos patrocinados por los clubes que son las gradas jovenes y la hiperconexión a las redes sociales.
Tampoco pretendo que acabemos volviendo a meter un cerdo en el cuarto de material. Los errores cometidos nos han pasado factura y la represión de hoy en día ya casi es imposible de revertir. Por el camino, hemos perdido casi todo lo que tenía que ver con la libertad de expresión.
¿Y que nos queda, después de todo esto? Nos quedan nuestras banderas (más pequeñas, pero siguen estando) y nuestra voz. Nos quedan las pancartas-mensaje, en las que marcamos la diferencia. Nos quedan las previas, que son de los pocos espacios auténticos de libertad de los que podemos seguir disfrutando. Nos queda el privilegio de seguir gozando, aunque esté en el quinto pino, de una grada abierta: sin huellas dactilares, sin abonos intransferibles, sin camaras en cada recoveco...
Nos queda, al fin y al cabo, la honestidad de seguir haciendo las cosas a nuestra manera.
LA SUD
LO QUE HEMOS PERDIDO Y LO QUE NOS QUEDA
Aquí me veo, una noche más, intentando llenar unas líneas para el boletín. Ver luego como queda un número más y que hay gente que lo lee con interés compensa suficientemente estos momentos de cansancio al final del día.
Y es que nos sigue gustando este modo de vida, a pesar de que cada día nos lo ponen más complicado. Viene esto a cuento de que esta semana hemos recibido un nuevo golpe por parte del club (y ya van....), que no nos van a dejar tifar de manera independiente. más allá de nuestras banderas y pancartas habituales.
Desgraciadamente, es una medida a la que ya veníamos acostumbrándonos. Es parte de la estrategia de este club de tener el control de todos los resortes de su masa social. Un club que ha infantilizado a su afición hasta extremos grotescos. La trata, de hecho, con tal clientelismo que piensa que el personal, despúes de aguantar dos temporadas de mediocridad y horarios infames, va a bailar al son de sus reglas de la oferta y la demanda. ¿Queréis clientes? Pues ahora os toca cambiar dos veces la oferta. Burros, que sois unos burros. Tanto ejecutivo con titulitis y tanta vaina y aún no saben en que tipo de sociedad se mueven.
A pesar de las humillaciones que sistemáticamente nos inflige Meriton, tratamos de seguir llevando nuestro día a día valencianista con la mayor dignidad. Y, como un aficionado comprometido, esto cada vez se hace más difícil. Se acabó la libertad de expresión en los estadios. Cualquier pancarta tendrá que pasar por el filtro del club. Y el club, a su vez, practicará la autocensura que ha interiorizado por designio de los mafiosos de la liga. Lo peor es que creen que haciendo la pelota a esos gerifaltes que no nos respetan lo más mínimo llegaremos arriba. ¿Gloval Respect? Mirad al Sevilla y comparad... Nos han tomado por tontos y con razón.
Gente que abomina todo lo que hay detrás del mundo del tifo se llena la boca con esa palabra y la pone al servicio de intereses mercantilistas. Lo que conlleva, de paso, castrar a los que siempre han hecho los tifos. Todo de lo más siniestro.
¿Y que decir de los desplazamientos? Se han convertido en experiencias dignas del proceso de trazabilidad de la carne de cerdo. Básicamente, valen la pena los momentos que pasas con tus colegas antes del pitido inicial, ya que ser cacheado como un delincuente y debatir con la seguridad sobre los centímetros que mide una inocente pancarta con 6 letras (con la que está cayendo en el mundo...) son ratos que te hacen plantearte muchas cosas. Y después te toca estar en una especie de odiosa pecera, a la que unos vigilan y otros observan como si estuviera llena de bichos del Oceanográfic. Antes te ibas en un autobús que montabas con tu grupo a otra ciudad y estabas a tu aire, con todo lo que esto conlleva, sin ver a la policía más que lo justo.
Pero es que a finales de los noventa, los grupos eran como pandillas a las que no estaba muy de moda unirse. Esto ya no lo vivirán quienes se han socializado en los parques temáticos patrocinados por los clubes que son las gradas jovenes y la hiperconexión a las redes sociales.
Tampoco pretendo que acabemos volviendo a meter un cerdo en el cuarto de material. Los errores cometidos nos han pasado factura y la represión de hoy en día ya casi es imposible de revertir. Por el camino, hemos perdido casi todo lo que tenía que ver con la libertad de expresión.
¿Y que nos queda, después de todo esto? Nos quedan nuestras banderas (más pequeñas, pero siguen estando) y nuestra voz. Nos quedan las pancartas-mensaje, en las que marcamos la diferencia. Nos quedan las previas, que son de los pocos espacios auténticos de libertad de los que podemos seguir disfrutando. Nos queda el privilegio de seguir gozando, aunque esté en el quinto pino, de una grada abierta: sin huellas dactilares, sin abonos intransferibles, sin camaras en cada recoveco...
Nos queda, al fin y al cabo, la honestidad de seguir haciendo las cosas a nuestra manera.
LA SUD