Si per a mosatros va ser el gol de Baraja, este va ser el gol dels nostres pares. Molt s'ha escrit d'este gol i no es podrà transmetre mai en paraules lo que es va viure en el Luis Casanova eixe dia.
El Celta "extra-motivat" va ficar les coses molt dificils. El VCF tenia algunes baixes i alguns dels titulars com Pepe o Sol en problemes fisics. La grada eixe dia va ser el Nº 12.
Els dos germans titulars varen fer un bon partit. Enrique va marcar el primer gol al minut 30. Al 50 va empatar el Celta, i al 92 Forment, després de que li anularen dos gols, va provocar la locura.
Que bonica foto¡¡ Pepe mirant com Enrique marcava el 1-0
CLARAMUNT. Notable. Luchó horrores en todo momento y trabajó sin desmayo, en especial cuando el partido se puso cuesta arriba, tras el empate céltico.
CLARAMUNT II. Notable. Aprobado por su espíritu y en ocasiones por sus buenas jugadas. Y otra nota positiva por el gol marcado.
En permís de Conrado Valle, vaig a ficar açi el seu brillant reportage al diari AS:
"El gol más celebrado en Mestalla, cumple 50 años"
El 28 de marzo de 1971 Jose Vicente Forment marcó en el minuto 92 en un partido contra el Celta de Vigo un gol que es eterno. "Me dejaron suelto en el área... y la que se lío fue gorda".
Un abrazo de gol es algo único. Cada aficionado tiene uno en su recuerdo y hay goles que son historia de una generación. Los valencianistas más longevos hablan de uno Igoa en semifinales de Copa contra el Athletic en 1950, que ponía el 6-2 en el marcador, igualando así el 5-1 de la ida y que forzó una prórroga que decidió Gainza. Los más jóvenes tendrán siempre en su retina el de Rodrigo Moreno al Getafe en la Copa de 2019. Está el gol de Tendillo al Real Madrid que evitó el descenso en 1983 o el de Róbert Fernández a Buyo en 1992. Y capítulo aparte merece el de Rubén Baraja al Espanyol en abril de 2002, que le acercó al título de Liga 31 años después. Pero el 28 de marzo de 1971, hace hoy 50 años, en Mestalla se celebró un gol como jamás se ha celebrado otro. El gol eterno de Forment.
El Celta visitaba Mestalla a falta de cuatro jornadas. El Valencia de Di Stéfano sumaba un punto más en la clasificación que sus dos perseguidores, el Atlético de Madrid y el Barcelona, que ese fin de semana jugaban a domicilio en San Sebastián y Gijón respectivamente. Un gol de Enrique Claramunt adelantó al Valencia. Pero, mediada la segunda mitad, un error en cadena de la defensa valencianista propició el gol del empate de los vigueses. En ese instante el marcador Dardo de Mestalla, llamado aún entonces Luís Casanova, reflejaba sendas victorias de rojiblancos y azulgranas. El tiempo transcurría y el árbitro Gómez Platas anulaba por fuera de juego dos goles al Valencia. Ambos de Forment, uno en el 65' y otro en el 88'.
Ese segundo gol anulado encendió la ira del público del Luis Casanova, donde había cerca de 60.000 almas. La capacidad del estadio era mayor que en la actualidad y tampoco había los controles de acceso que hay ahora. Las gradas estaban todavía más cerca del terreno de juego y los aficionados acudían a los partidos con tracas en los bolsillos como quien ahora va con pipas. Una lluvia de almohadillas invadió el terreno de juego como protesta por ese segundo gol anulado. El partido tuvo que ser interrumpido durante unos minutos y de ahí que se llegara al 92 de partido. En ese instante el colegiado pitó un córner a favor del Valencia, protestado por el cuadro vigués (Arza, su entrenador, dijo a la conclusión: “El gol fue fruto de un córner que no era tal córner”). Sergio centró, Forment remató y lo que después se vivió fue algo apoteósico, inigualable. Tanto que 50 años después, el gol de Forment aún se celebra.
Testigos directos en Mestalla
Luis Casanova, hijo del legendario y más laureado presidente del Valencia, fue uno de los miles de valencianistas que esa tarde de marzo estuvieron en Mestalla, un estadio que precisamente tenía el nombre de su progenitor. “Ese día, como tantos otros, fui al fútbol con mi padre”, recuerda con su enciclopédica memoria Luis Casanova. “El gol no lo vimos, el gol lo sentimos, teníamos por costumbre irnos de nuestros asientos de Tribuna unos minutos antes de acabar, de lo contrario era imposible salir del estadio con mi padre, y el gol nos pilló ya en los vomitorios, así que lo que realmente vimos y vivimos fue la locura de la gente, nunca había visto nada igual, ¡qué algarabía!”.
El periodista Paco Lloret tenía 10 años y ese día ocupó junto a su padre su asiento de la fila 14 en el sector 4 de la llamada grada numerada. “Ese córner lo vio todo el estadio puesto en pie, creo que todos empujamos aquel balón; no vi un gol, vi un milagro”, comenta 50 años después. “Lo que pasó tras el gol fue una cosa tremenda, caían almohadillas de lona, que eran muy pesadas, de todos los rincones del estadio; mi padre me protegió con su gabardina, la grada temblaba, sonaban tracas, hubo invasión de campo… llegué a asustarme un poco, la verdad”.
Paco Gisbert, periodista y escritor, también fue al fútbol con su padre. Tenía 8 años. Ambos ocuparon su asiento en la segunda fila de Tribuna, muy cerca del córner de la banda contraria desde la que Sergio puso en juego el balón que remató Forment. “Mi recuerdo es que el balón entró como a cámara lenta y que nadie en Mestalla sabía realmente quién había rematado; mi vista se fue a Sol, que levantó los brazos medio enganchado con la red, y después al árbitro, para ver si lo daba por válido, porque esa tarde había anulado dos goles a Forment y este sí, fue gol”, rememora Gisbert, que ese día comprobó que “el lanzamiento de almohadillas no es solo un símbolo de protesta sino que lo puede ser también de felicidad”.
Forment: “Me dejaron suelto en el área… y 50 años después aún se habla del gol”
José Vicente Forment (Almenara, 1947) sonríe con ternura, orgullo y nostalgia cuando recibe la llamada de AS. “¿Qué si me acuerdo de aquel gol? Han pasado 50 años, ha llovido la verdad… pero cómo voy a olvidarlo”. El ‘xic d’Almenara’ fue uno de los pilares del Valencia de Alfredo Di Stéfano, campeón de Liga contra todo pronóstico en 1971, un equipo cuya principal virtud fue su solidez defensiva y en el que el máximo goleador fue precisamente Forment (8 goles). El 28 de marzo de 1971 marcó su gol eterno, cuyo recuerdo medio siglo después hace justifica a una carrera truncada por una entrada de Aguirre Suárez que le rompió la pierna el 17 de septiembre de 1973 en Granada.
Hoy se cumplen 50 años de su gol al Celta… Qué lejos queda. Me hace feliz que aún me lo recuerden. Creo que estoy más contento ahora que entonces. Ahora sé que en mi vida algo inolvidable. Jugar en el Valencia, marcar ese gol… para los que somos de aquí, no se puede pedir más. ¡Qué orgullo!
¿Cómo lo recuerda? Teníamos que ganar sí o sí. De lo contrario Atlético y Barcelona nos hubieran pasado en la clasificación y cuando tienes a dos por delante quedando solo tres jornadas… adiós Liga. En el último suspiro del partido nos pitan un córner a favor. Sergio era el encargado de sacarlo. Subimos todos al área menos Abelardo, que era el portero y entonces no estaba bien visto que subiera. La llegada de nuestros defensas, que eran tíos fuertes como Sol, Aníbal, Barrachina o Antón, hizo que los jugadores del Celta se pegaran a ellos y a mí me dejaron suelto… y medio siglo después se sigue hablando de mi gol.
Se califica como el gol más celebrado en Mestalla. ¿Cómo se vivió esa algarabía en el césped? Fue algo tremendo. Goles importantes siempre se han marcado, sin ir más lejos a la semana siguiente jugamos en Sabadell y Antón nos dios la victoria casi también en el descuento. Pero lo de aquella tarde tras mi gol fue diferente a todo lo vivido. Quizás porque el partido fue tenso, en el que me anularon dos goles por fuera de juego que ni hoy sé si eran… La gente explotó de felicidad. Miles de almohadillas volando, tracas, aficionados saltando junto a nosotros. Hasta los jugadores nos pusimos a quitar almohadillas para poder terminar el partido.
¿Y qué pasó en el vestuario? Pues imagínate. Bajó a felicitarnos Don Julio de Miguel, recuerdo a Don Vicente Peris llorando por el túnel… Allí desfogaron todos los nervios que pasaron en el palco y creo que ese día creímos firmemente que seríamos campeones.
Pero lo fueron contra todo pronóstico. No éramos los favoritos, pero fuimos creciendo como equipo. Éramos tres o cuatro los que veníamos de Segunda. Éramos muchos los valencianos, y eso siempre es un plus: Sergio, Enrique, Pepe Claramunt, Vidagany, Cota, Pesudo… aunque los Paquito, Sol, Valdez o Pellicer eran gente que estaba tan implicada como nosotros. Y luego estaba Don Alfredo, que era mucho Don Alfredo.
¿Cuándo creyeron que podían ganar la Liga? A mitad de temporada Don Alfredo empezó a lanzarnos señales y preguntas: “¿por qué no podemos? ¿seguro que no sois capaces?”. Y ahí empezamos a creérnoslo.
¿Cómo era Don Alfredo Di Stéfano de entrenador? Como te he dicho, Don Alfredo era Don Alfredo. Mataba por ganar hasta en los rondos. Él tenía muy claro qué teníamos que hacer y cómo podíamos ser campeones. Recuerdo un partido que jugamos contra el Atlético de Madrid en el que perdimos 3-0. Cuando llegó al vestuario nos dijo: “Ahora veréis cómo dicen en Madrid que el Valencia es el mejor que ha pasado por aquí, que qué bien juega… y yo no quiero que digan eso, quiero que digan que somos los peores pero porque les hemos ganado 0-1”.
¿Fue el mejor gol de su carrera? ¿De ejecución? No. De importancia y significado, seguro. Fue un gol de instinto. No había nada ensayado ni hablado. Sergio centro y había que rematar como fuera quien pudiera. Y rematé yo. Aquella liga hice 8 goles. Uno de ellos contra el Real Madrid, que nos sirvió para ponernos líderes. Pero mi mejor gol, técnicamente, fue en el Trofeo Naranja. Al Bayern de Munich de Beckenbauer. A Breiner le hice tres recortes y a Maier le superé con un buen disparo. Ese gol no fue importante pero sí extraordinario. Pero evidentemente si me has llamado, si la gente se acuerda de mí, no es por ese gol sino por el que le marqué al Celta, ¡qué orgulloso me siento que la gente aún se acuerde de aquel gol!
Las crónicas del día después
Jaime Hernández Perpiñán, en su crónica del partido para el Semanario Deportes, no escondió que no tenía explicación a la razón que llevó al público de Mestalla a lanzar las almohadillas como expresión de júbilo: “Vaya usted a saber por qué”, escribía en un artículo que tituló: “Clamoroso epílogo en el Casanova: Forment, en el minuto 92, marcó el gol del triunfo”.
“Y llegamos al minuto 47 de la segunda parte: Sergio ejecuta el córner número 14 de los botados por el Valencia. Acuden al remate todos los valencianistas dispuestos a quemar el último cartucho, al final es Forment quien consigue conectar un cabezazo que batió irremisiblemente a Gost. Entre el público se produjo el delirio, interrumpiéndose el juego breves momentos porque el césped del Luís Casanova se cubrió materialmente de almohadillas”. Así terminó Josimbar su crónica para Mundo Deportivo.
Eduardo Bort, en su crónica para AS, se recreó más en lo que pasó tras ese gol en Mestalla. “Sucedió entonces un fenómeno increíble e inusitado. El público arrojó al terreno de juego todas las almohadillas que había entre los espectadores e inmediatamente, en una reacción unánime y generosa, el propio público se lanzó al campo para limpiarlo de almohadillas, operación que duró algunos minutos ante la paciencia del árbitro, del delegado de campo y de los jugadores, que también colaboraron en la limpieza en general. Se reanudó, por fin, el juego, hubo tracas, ovación de gala, vítores, desmayos, y en fin, algo inenarrable, porque ese gol de Forment, posiblemente pesará mucho para las aspiraciones del Valencia. En fin, un espectáculo episódico, que se recordará como anécdota curiosa, porque en realidad ha sido impresionante la reacción del público ante ese gol”. Y tenía razón en su reflexión, porque 50 años después se sigue recordando esa reacción.
Un gol con literatura
El gol de Forment no fue el último que marcó el Valencia aquella temporada. Ni tan siquiera fue el que le dio el título. Restaban después de aquel partido contra el Celta tres jornadas y tanta importancia tuvieron aquellos dos puntos como los que consiguió el Valencia de Di Stéfano una semana después en Sabadell gracias a un gol de Antón en el minuto 89 o los tres del triunfo contra el Elche en la penúltima jornada. Pero el de Forment tiene una mística que el paso del tiempo le ha dado relato, literatura y lo hace ser “eterno”, como precisamente se titula el capítulo que le dedica Paco Lloret en su obra ‘Bronco y Copero”, un gol “milagroso que cambia la historia”, como se define en el libro ‘Últimes vesprades a Mestalla’ (Carena)
“Mestalla asistió aquel domingo primaveral a un desenlace memorable (…) La euforia se desbordó de tal manera que el partido no podía reanudarse. Una explosión de júbilo incontenible invadió la grada. Fue una especie de milagro. Forment, con el número ocho a la espalda, fue el autor de aquel gol, todavía recordado por quienes asistieron al encuentro. Imposible de olvidar (…) Aquel gol de cabeza será siempre su gol. La postal imborrable de una Liga ganada contra pronóstico por el Valencia en 1971” (Bronco y Copero, Àrbena).
Del gol de Forment, de lo que fue Liga del 71, se han escrito libros completos. Como el de Paco Gisbert: ‘El Niño de Di Stéfano’, que relata así lo vivido el último domingo de marzo en el Luís Casanova: “Decenas de aficionados saltaron al campo, no para abrazar a los jugadores, sino para botar de alegría, para manifestar su regocijo con más espacio que el que les dejaba su localidad en la tribuna, atestada de gente, mientras los grises, siempre atentos a salvaguardar el orden público, les hacían gestos para que no penetraran en el terreno de juego, incapaces de contener la avalancha y devolver a los saltarines a sus localidades. Pero nadie pretendía invadir el campo, sino gozar, en compañía y con cierta libertad, de aquel momento único”.
La traca de Mestalla
El gol de Forment se celebra desde hace cuatro años cada 28 de marzo con el disparo de una traca en Mestalla. La culpa la tiene Rafa Lahuerta, que nació en septiembre de 1971 y quizás aquella tarde sintiera en el vientre de su madre la algarabía que se lio en el graderío tras el cabezazo de Forment. “Mi padre fue uno de los que saltó al césped y mi madre se quedó en la grada porque estaba embarazada; quién sabe, igual hasta lo recuerdo y por eso siempre le he tenido tanta fe a ese gol”, confiesa el autor de ‘La Balada del Bar Torino’ y ‘Noruega’.
“Cada 28 de marzo, en mi juventud, les decía a mis colegas: ‘Hoy es un gran día, hoy es el día del gol de Forment’. Y claro, me miraban y me decían: ‘Estás chalado’”, comenta Lahuerta, quien ha contagiado su locura y en ese frenesí nos hallamos, conmemorando un gol que se marcó hace 50 años y que por sí solo no le hizo ganar la Liga al Valencia, aunque jamás se ha celebrado otro por igual.
"El gol de Forment justifica una vida"
Rafa Lahuerta estuvo ese día en Mestalla... en el vientre de su madre Así, a las puertas del Centenario del Valencia, sin más pretensión que compartir un recuerdo con sus íntimos, Lahuerta hizo pública en una entrevista que homenajearía aquel gol de Forment con el disparo de una traca en las puertas de Mestalla por su 47 aniversario. “Paco Lloret me dio el teléfono de Forment para que le avisara por si quería participar, me daba hasta vergüenza pedírselo, pero accedió sorprendido y encantado”. Fue Forment el que aquella tarde de 2018 encendió la traca. Fue un acto íntimo, sencillo, en penumbra; un mechero y una traca; ni discursos ni nada preparado; con apenas una decena de participantes y transeúntes que les miraban extrañados. Pero esa traca encendió la llama del recuerdo. “Se ha hecho justicia poética con Forment, un damnificado de la defensa del Granada de los 70 como Amancio, aunque sin que su lesión tuviera la repercusión que la del madridista”. En 2019 los presentes la tarde del 28 de marzo superó el centenar y la pandemia privó del reencuentro en 2020. Las medidas sanitarias desaconsejan que hoy haya concentración en Mestalla, aunque en algún lugar seguro que algo se hará, porque el gol de Forment es eterno y cumple 50 años. Como lo define Lahuerta: “Ese gol justifica una vida”.