LE LLAMABAN "ZULÚ"
LA LLAMABAN "ZULÚ"
El cantautor valenciá El Cifu li ha dedicat un tema a una gran persona i personatge que fon José Miguel Galindo "Zulú", un heavy de burjasot que animaba al VCF desde la general nort en els 80.
En Març del 2010 ya li dedicarem un post, va ser un articul que Rafa Lahuerta va escriure al blog Ultimes Vesprades A Mestalla i que hui aprofitant este bon tema el repesquem. Tame incloem un tema de El Cifu que es diu "Amunt Sentiment".
Vos deixem açi tame un enllaç d'un bon articul de Carlos Bosch en Superdeporte.
La De Segunda División Fúe La Mejor Temporada
Rafa Lahuerta
LE LLAMABAN ZULÚ
La historia del Zulú es la historia del viejo Yomus, aquella grada ácrata, gamberra y plural de los años 80'. El Zulú era un heavy de Burjassot. Un tipo carismático y singular. Alto, delgado, pálido, de melena ensortijada y tocha prominente. Venía a Mestalla en un vespino blanco, disfrazado de Rambo y cargado de banderas, muñequeras y todo tipo de abalorios valencianistas. Era barroco y tierno. De una ternura profunda y en ocasiones ingenua que pretendía ocultar con su disfraz hecho uniforme. No lo conseguía, y en las distancias cortas afloraba su verdadera personalidad: un niño grande. Un muy buen tío.
En aquellos tiempos difíciles donde el VCF languidecía, el Zulú era un islote de pasión y buen rollo. Inventaba canciones, arrastraba a sus fieles acólitos y enarbolaba la bandera del entusiasmo más sincero. Todo en él remitía a cierto surrealismo, como si la excentricidad lo hubiera elegido su representante en Mestalla. Era lo más parecido a una estrella de rock. Un icono de la general de pie atravesado por mil contradicciones. Humano: demasiado humano. Y siempre al quite. Todos le queríamos. Entre otras cosas, porque él se hacía querer.
Cuando el Valencia marcaba un gol se lanzaba desde el paravalanchas “calamariano” sobre la peña arremolinada al grito de MOSH. Por entonces, las avalanchas eran aludes de tarados en las que milagrosamente nunca pasaba nada. A veces, el Zulú rodaba 15 ó 20 filas abajo. "Se ha matao, se ha matao" gritaba el acólito de turno. En esas, aquel personaje tocado por el magnetismo del liderazgo natural emergía entre un amasijo de bufandas, banderas y petardos. Primero se oía su risa. Una risa contagiosa y expansiva. En cascada. Después veíamos su nariz. La mítica tocha enorme que él siempre comparaba con su polla. Porque el Zulú estaba muy pagado de su polla y de su éxito con las mujeres. No por guaperas, sino por su aura: ese halo que convierte en especial todo lo que toca. El Zulú.
Su año de gloria fue en segunda división, cuando una tropa de melenudos se hizo fuerte en las últimas filas del gol norte. El Tamama, Cheroki, Javi el Heavy, Sebas, Llargui, el Indio, Moncada, Auriculares, el Pirotécnic, Benito y los que sin ser heavies compartíamos escena: su primo Pere, Lino, el Culebro, Liante, Calavera, Pulmones, Tino, Mortadelo, Esponja... quizá fuera la temporada más divertida. La última en que la pólvora se desparramaba en la grada con absoluta libertad y aún se podía entrar de todo sin que la policía se tomara muy en serio el control.
El día del ascenso frente al Recreativo de Huelva el Zulú parecía un nuevo Mesías. Aquella noche, bajo la densa humareda provocada por decenas de tracas anudadas en un hueco central de la general comandado por el Berga y su lugarteniente el Bigotes, más otro buen puñado de bengalas distribuidas anárquicamente, el gol norte vivió una de sus jornadas más extremas y felices. Se hace difícil explicarlo desde la rigidez del presente pero las cosas eran así: caóticas, pelín salvajes, imprevisibles. Un barullo apasionante y colorista donde nadie ponía orden y todo estaba siempre a punto de estallar. Fue la última noche sin barrotes.
Tras el ascenso llegaron las prohibiciones. Primero las tracas, después las banderas y más tarde las bengalas. Ese corte motivó cambios. Y de alguna manera, el Zulú fue uno de los grandes damnificados. Todo jugó en contra. El nuevo clima de vigilancia, con la policía siempre encima y sus propias circunstancias familiares: tan peculiares como difíciles de afrontar para alguien como él. Poco a poco fue espaciando sus visitas a Mestalla. Y sólo algunos años después, con motivo de la final de copa contra el Depor, volvió a sacar las viejas pinturas de guerra. Prometió sacarse el pase para la temporada 95-96, ya en el Gol Gran, pero no hubo opción. Dos semanas después de la famosa final del agua un accidente de coche lo dejó en la cuneta. Sólo tenía 28 años.
En cada título, en cada momento de gloria vivido en los últimos años nunca he dejado de pensar en lo feliz que hubiera sido aquel heavy único y singular al que todo el mundo llamaba Zulú. Para los más íntimos, José Luis.
El cantautor valenciá El Cifu li ha dedicat un tema a una gran persona i personatge que fon José Miguel Galindo "Zulú", un heavy de burjasot que animaba al VCF desde la general nort en els 80.
En Març del 2010 ya li dedicarem un post, va ser un articul que Rafa Lahuerta va escriure al blog Ultimes Vesprades A Mestalla i que hui aprofitant este bon tema el repesquem. Tame incloem un tema de El Cifu que es diu "Amunt Sentiment".
Vos deixem açi tame un enllaç d'un bon articul de Carlos Bosch en Superdeporte.
La De Segunda División Fúe La Mejor Temporada
Rafa Lahuerta
LE LLAMABAN ZULÚ
La historia del Zulú es la historia del viejo Yomus, aquella grada ácrata, gamberra y plural de los años 80'. El Zulú era un heavy de Burjassot. Un tipo carismático y singular. Alto, delgado, pálido, de melena ensortijada y tocha prominente. Venía a Mestalla en un vespino blanco, disfrazado de Rambo y cargado de banderas, muñequeras y todo tipo de abalorios valencianistas. Era barroco y tierno. De una ternura profunda y en ocasiones ingenua que pretendía ocultar con su disfraz hecho uniforme. No lo conseguía, y en las distancias cortas afloraba su verdadera personalidad: un niño grande. Un muy buen tío.
En aquellos tiempos difíciles donde el VCF languidecía, el Zulú era un islote de pasión y buen rollo. Inventaba canciones, arrastraba a sus fieles acólitos y enarbolaba la bandera del entusiasmo más sincero. Todo en él remitía a cierto surrealismo, como si la excentricidad lo hubiera elegido su representante en Mestalla. Era lo más parecido a una estrella de rock. Un icono de la general de pie atravesado por mil contradicciones. Humano: demasiado humano. Y siempre al quite. Todos le queríamos. Entre otras cosas, porque él se hacía querer.
Cuando el Valencia marcaba un gol se lanzaba desde el paravalanchas “calamariano” sobre la peña arremolinada al grito de MOSH. Por entonces, las avalanchas eran aludes de tarados en las que milagrosamente nunca pasaba nada. A veces, el Zulú rodaba 15 ó 20 filas abajo. "Se ha matao, se ha matao" gritaba el acólito de turno. En esas, aquel personaje tocado por el magnetismo del liderazgo natural emergía entre un amasijo de bufandas, banderas y petardos. Primero se oía su risa. Una risa contagiosa y expansiva. En cascada. Después veíamos su nariz. La mítica tocha enorme que él siempre comparaba con su polla. Porque el Zulú estaba muy pagado de su polla y de su éxito con las mujeres. No por guaperas, sino por su aura: ese halo que convierte en especial todo lo que toca. El Zulú.
Su año de gloria fue en segunda división, cuando una tropa de melenudos se hizo fuerte en las últimas filas del gol norte. El Tamama, Cheroki, Javi el Heavy, Sebas, Llargui, el Indio, Moncada, Auriculares, el Pirotécnic, Benito y los que sin ser heavies compartíamos escena: su primo Pere, Lino, el Culebro, Liante, Calavera, Pulmones, Tino, Mortadelo, Esponja... quizá fuera la temporada más divertida. La última en que la pólvora se desparramaba en la grada con absoluta libertad y aún se podía entrar de todo sin que la policía se tomara muy en serio el control.
El día del ascenso frente al Recreativo de Huelva el Zulú parecía un nuevo Mesías. Aquella noche, bajo la densa humareda provocada por decenas de tracas anudadas en un hueco central de la general comandado por el Berga y su lugarteniente el Bigotes, más otro buen puñado de bengalas distribuidas anárquicamente, el gol norte vivió una de sus jornadas más extremas y felices. Se hace difícil explicarlo desde la rigidez del presente pero las cosas eran así: caóticas, pelín salvajes, imprevisibles. Un barullo apasionante y colorista donde nadie ponía orden y todo estaba siempre a punto de estallar. Fue la última noche sin barrotes.
Tras el ascenso llegaron las prohibiciones. Primero las tracas, después las banderas y más tarde las bengalas. Ese corte motivó cambios. Y de alguna manera, el Zulú fue uno de los grandes damnificados. Todo jugó en contra. El nuevo clima de vigilancia, con la policía siempre encima y sus propias circunstancias familiares: tan peculiares como difíciles de afrontar para alguien como él. Poco a poco fue espaciando sus visitas a Mestalla. Y sólo algunos años después, con motivo de la final de copa contra el Depor, volvió a sacar las viejas pinturas de guerra. Prometió sacarse el pase para la temporada 95-96, ya en el Gol Gran, pero no hubo opción. Dos semanas después de la famosa final del agua un accidente de coche lo dejó en la cuneta. Sólo tenía 28 años.
En cada título, en cada momento de gloria vivido en los últimos años nunca he dejado de pensar en lo feliz que hubiera sido aquel heavy único y singular al que todo el mundo llamaba Zulú. Para los más íntimos, José Luis.